jueves, 18 de octubre de 2012

La mujer de negro (II)


"En ese momento le clavé la mirada, la observé hasta que me dolieron los ojos, la miré sorprendido y desconcertado por su presencia y me di cuenta de que su rostro poseía expresión. Aunque las palabras parecen del todo inadecuadas para definir lo que vi, sólo puedo describir su expresión como de malevolencia desesperada y ansiosa; daba la sensación de que buscaba algo que quería, que necesitaba, que debía tener, algo que deseaba más que la vida misma y que le había sido arrebatado. Con todas las fuerzas de que disponía dirigió esa maldad, ese odio y ese desprecio puros a quienquiera que se lo hubiese quitado. Pese a su extremada palidez, su rostro y sus ojos hundidos pero extraordinariamente brillantes ardían a causa de la concentración de una emoción apasionada que estaba en su seno y que emanaba de su ser."

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