"- Trepa tan alto como puedas -dijo el troll sin piernas- y mira hacia oriente. Entonces lo verás... o, mejor dicho, no lo verás.
Atreyu subió, agarrándose a los nudos y protuberancias del tronco. Llegó a las ramas más bajas. Se izó hasta las siguientes y se elevó cada vez más, hasta que dejó de ver el suelo. Siguió trepando, el tronco se hizo más delgado y las ramas más numerosas, de forma que le resultó más fácil avanzar. Cuando finalmente estuvo sentado en lo más alto de la copa, miró hacia oriente y lo vio:
Las copas de los otros árboles que estaban muy cerca eran verdes, pero el follaje de los árboles que había detrás parecía haber perdido ese color, porque era gris. Y un poco más lejos, se hacía extrañamente transparente, nebuloso o, mejor dicho cada vez más irreal. Y detrás no había nada, absolutamente nada. No era un lugar pelado, una zona oscura, ni tampoco una clara; era algo insoportable para los ojos y que producía la sensación de haberse quedado uno ciego. Porque no hay ojos que aguanten el contemplar una nada total."
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