"Yo faltaba con frecuencia a clases, porque viajaba con mis abuelos y porque me fastidiaba en la escuela; sólo las buenas notas y la flexibilidad del método italiano impedían que fuera expulsada. Me sobraban recursos, fingía apendicitis, migraña, laringitis, y si eso fallaba, convulsiones. A mi abuelo era fácil engañarlo, pero mi Nini me curaba con métodos drásticos, una ducha helada o una cucharada de aceite de hígado de bacalao, a menos que le conviniera que yo faltara, por ejemplo, cuando me llevaba a protestar contra la guerra de turno, pegar carteles en defensa de los animales de laboratorio o encadenarnos a un árbol para jorobar a las empresas madereras. Su determinación para inculcarme conciencia social siempre fue heroica."
No hay comentarios:
Publicar un comentario